Una de las experiencias más emocionantes que recuerdo de una ya larga estancia entre los "habitantes del silencio" sucedió hace varios años. Visitaba un centro de educación especial con algunos profesores llenos de entusiasmo. En una sala de ordenadores, estaban varios niños con parálisis cerebral. Frente a una de las pantallas, esperaba una niña de alrededor de unos trece años, delgada, de ojos brillantes. "Isabel, ¡dile algo a nuestro amigo!", sugirió una de las profesoras. Entonces la niña comenzó a mover su cabeza trabajosamente, tratando de controlar sus movimientos atetósicos. Golpeando con ella en un reposacabezas, producía el desplazamiento de un cursor que permitía seleccionar caracteres para un programa de procesamiento de textos. Poco a poco, fue apareciendo en pantalla el mensaje impresionante de Isabel: "Quiero...volar...como...un...pájaro". Al terminar de escribir, Isabel me miraba sonriendo, llena de orgullo, con sus ojos penetrantes, inolvidables.
Isabel, una niña paralítica cerebral de inteligencia normal-quizá alta-, no estaba condenada al silencio. En realidad, con su frase lacónica me había dicho mucho más de sus sueños, sufrimientos y deseos que la mayoría de las personas con las que hablo normalmente. Y es que, para los prosistas naturales, las palabras valen poco céntimos.Son productos cognitivos muy baratos. Isabel utilizaba las palabras para decir algo muy importante...algo que pudiera merecer ese esfuerzo formidable de controlar el movimiento rebelde de su cabeza. Por eso midió con mucho cuidado el peso y la importancia de lo dicho. Su seria actitud, más allá de la sonrisa, era muy diferente de la que tenemos tantas veces los hablantes, los prosistas naturales. En nuestra intuición cotidiana, "las palabras son aire" no sólo porque a veces no impliquen un serio compromiso comunicativo o fáctico, sino porque es eso lo que cuestan: apenas nada.
Hay muchas personas para las que las palabras no son, ni pueden ser, aire. [...]
Fragmento escrito por Ángel Rivière perteneciente al libro "Sistemas alternativos de comunicación" de María Sotillo.
4 comentarios:
Vaya, cuando he leído la frase de la niña casi se me salta una lágrima, lo prometo.
Encima con la cantidad de estupideces que dicen los que si pueden hablar...
Me ha gustado mucho el texto.
Saludos ;)
Pues sí... Yo también he tenido experiencias con gente discapacitada de nacimiento que no podía expresarse más que de maneras inverosímiles para nosotros, y es sorprendente y aterrador comprobar que una persona con una inteligencia, un raciocinio, un humor mejor que el nuestro, está encerrada en ese cuerpo... Y que es consciente de ello... Y muchas veces, a pesar de eso, son felices...
... y nosotros no.
Esto da para reflexionar mucho... MUCHO!!
Impresionante.
Una vez leí una frase muy bonita que dice algo así como "Si tuvieramoss algo importante que decir, casi nunca hablaríamos..."
Gracias por regalarnos este texto.
Besucos. Valerie :)
Vaya, Faraonika... verdaderamente impresionante. Y sí, muchas veces malgastamos y malgastamos algo verdaderamente valioso hasta que se convierte en nada...
Y es cierto: nos obsesionamos con que nos digan las cosas, y en demasiadas ocasiones no nos damos cuenta de que nos lo están diciendo con la mirada, las caricias, los gestos... ¿Por qué tenemos tanta hambre de palabras?
Un beso!
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